By Alberto Jiménez Ávila
En una ocasión, al ir caminando por la calle, empecé a sonreír
porque me acorde de algo que me había sucedido hacia ya mucho tiempo,
algo que en su momento me dolió y me avergonzó, porque me caí al
resbalarme, cuando iba caminando por la calle, pero ahora
me parecía algo gracioso y cada ves que me acuerdo me hace gracia.
Una persona conocida mía y por su mal genio, que estaba esperando
el camión, me vio sonreír, e inmediatamente me pregunto, si estaba
loco por ir por la calle sonriendo solo, para no explicar el motivo y dejarla
con la duda, le dije que si, y ante esa respuesta creo que se molesto, porque
probablemente esperaba una explicación, pero no le di importancia y me aleje.
Soy de la idea que debemos reírnos de nosotros mismos cuando
cometemos algún error o nos sucede alguna desgracia, y no de los
errores y desgracia de los demás, porque además es desagradable y a nadie
le cae bien alguien que se ríe de los otros.
Conozco personas que ante una desgracia pequeña o grande, no dejan de
lamentarse durante un buen tiempo, algunos hasta por años, y no lo superan
tan fácilmente y eso les hace mas daño, porque entre más te acuerdes
menos lo superas y la llaga durara sin sanar.
Ante situaciones difíciles de superar debemos aplicar el siguiente
consejo:
Un sabio, se paró ante un público y contó un chiste y todos se rieron.
Al cabo de un rato conto el mismo chiste y casi nadie se reía; conto el chiste
una y otra vez hasta que nadie se reía. Y dijo: si no puedes reírte varias
veces de una sola cosa, ¿Por qué lloras por lo mismo una y otra vez?
Dejemos de llorar por aquello que nos hace daño, aprendamos a ser
felices y sonriamos ante todo, sin importar lo que piensen los demás,
cuando nos ven sonreír solo, y si nos critican por eso, entonces
contestemos: "Si alguna vez me vez sonreír solo, no creas que
estoy loco, le sonrió a la vida".
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