Vanagloriándome de haber ganado en la escuela la medalla de premio al alumno que supiera leer mejor, dije a mi vieja nana:
--¡A ver si tú lees también como yo!
La pobre tomo el libro y después de mirarlo y remirarlo, confesó:
--Aquí dice... ¡Mire, niño… la verdad!... ¡No sé leer!
Corrí a la biblioteca en donde estaba mi padre:
--Mi nana no sabe leer, y yo, tan pequeño, ya tengo una medalla —le dije¬¬¬—, ¿Qué sentirán ante un libro abierto los que no saben leer?
Mi padre tomó un volumen y abriéndolo ante mí, me dijo:
--¡Esto!—
Era un libro en chino.
Cada vez que oigo a alguien alabarse, pienso que aun tiene mucho que aprender, y me digo:
¡Este tampoco sabe leer en chino!
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