domingo, 11 de abril de 2010

La Olla Encantada

By Alberto Jiménez Ávila
Pimera parte "El Buscador de Tesoros"
Camilo era pobre, extremadamente pobre, en el pueblo nadie lo respetaba, todos se reían de él, y se burlaban de lo que decía, la parcela en la que trabajaba, no era suya, un amigo que lo apreciaba, se la prestaba con la condición de que le ayudara a limpiar y recoger su cosecha, a él no le quedaba de otra, tenia que hacerlo, porque de lo contrario no tendría donde sembrar el maíz que necesitaba para poder alimentar a su familia.

La situación económica de Camilo era muy difícil, tres niños y uno mas en camino, no sabia que hacer, por eso ese día que salio de su casa para ir a trabajar en su milpa, iba pensativo y serio con su machete colgado del hombro, camino por donde siempre lo hacia hasta llegar a un arrollo, en ese arrollo esperaba encontrar camarones, como a veces solía hacerlo, por eso se detuvo a buscarlos, pero después de un rato se dio cuenta que nada encontraría y siguió su camino.

Camilo había oído que en el cerro cerca de su milpa había tesoros escondidos, pero él no creía esas cosas, él conocía muy bien esa zona porque ahí cazaba iguanas, palomas y uno que otro armadillo para proveer de carne a su familia, porque de otra manera eso no seria posible, no tenia dinero para comprarla, y la única manera de hacerlo era que él mismo la consiguiera saliendo de cacería, pero a veces quería que todo lo que se decía fuera cierto y hasta soñaba que él era uno de los afortunados que se encontraba con uno de esos tesoros enterrados de los que tanto se hablaba.

Después de comprobar que el arroyo no lo proveería de camarones, decidió adentrarse entre la maleza para ver si corría con suerte y encontraba algo que cazar, era temporada de lluvia y la maleza era espesa y verde, por eso caminaba despacio tratando de no hacer ruido y así poder sorprender a sus presas, pero después de caminar un buen rato no pudo encontrar nada y decidió que mejor se apuraba a llegar a su milpa para trabajar.

Como se había desviado de su camino habitual, decidió tomar un atajo para llegar más rápido hasta su milpa y por eso tomo un sendero de los que hacen los animales cuando andan pastando, ese camino lo llevo hasta un potrero, el potrero aparentemente estaba solo, por eso Camilo no intento detenerse y siguió, pero en cuanto se alejo del potrero escucho el sonido de un caballo corriendo, el sonido no era muy fuerte, por eso Camilo se detuvo para oír bien, quería asegurarse de que lo que había oído no era producto de su imaginación.

Después de esperar un buen rato a que apareciera el caballo, no volvió a oír nada y al ver hacia arriba de un árbol vio un nido, pensó que podría ser de paloma y decidió subir para investigar, el árbol era alto y con dificultad logro llegar hasta donde estaba el nido. Lo reviso y este no tenia nada, posiblemente era un nido viejo que ya no era utilizado por las palomas, estaba a punto de bajar cuando escucho claramente las pisadas de animal, se detuvo para ver quien era y vio que era un señor que venia a caballo, era el dueño del potrero, un señor conocido por todos por ser un tacaño y además no le gustaba que la gente se metiera a sus parcelas a cazar animales.

Trepado en el árbol, Camilo trato de no hacer ruido para que el señor no lo viera, este traía un costal amarrado en la parte trasera de su montura, se bajo del caballo y miro para todos lados, tratando de ver si había alguien observándolo, al no ver a nadie y creer que nadie lo espiaba, bajo el costal y lo abrió, al abrirlo saco una olla de barro de regular tamaño, volvió a asegurarse de que nadie lo estuviera viendo y se dispuso a escarbar.

Camilo estaba intrigado, no sabia lo que el señor traía en la olla, -talvez trae una cabeza humana- se decía él, estaba tapada, por eso no se veía su contenido, pero si se notaba que estaba pesada, el señor puso la olla a un lado del árbol en el cual estaba camilo trepado, y después de haber cavado un hoyo lo suficientemente profundo como para meter la olla, se dispuso a cortar tres bejucos, una vez que los había cortado los recorto a la misma medida y los metió en la olla.

Él señor después de acomodar los bejucos dentro de la olla, esta la metió en el hoyo que había cavado, después se arrodillo, empezó a decir unas palabras que para Camilo eran difíciles de entender, además de que casi no las podía oír porque apenas si escuchaba un murmullo de lo que este decía. Después subió a su caballo, este lo arrancaba de un lado para otro diciendo unas palabras sin sentidos, y al final hizo una cruz imaginaria sobre la olla y la tapo, sobre el hoyo coloco una piedra y se marcho.

A Camilo la curiosidad lo mataba, quería saber cual era el contenido de la olla, espero a que el señor se alejara, una vez que el galope del caballo ya no se oía, este descendió del árbol dispuesto a investigar el contenido de la olla, estaba seguro que no era nada bueno lo que esta contenía , -¿para que enterrarla? Probablemente es el cadáver de un bebe- se decía Camilo.

Camilo aun no salía de su asombro de lo que había presenciado, se pellizco para comprobar que no era un sueño, bajo del árbol y lo primero que hizo fue comprobar que no había nadie espiándolo, quito la piedra y cavo hasta dejar al descubierto la olla, se dispuso a abrirla y en cuanto la destapo, tres serpientes de forma agresiva se abalanzaron contra él, Camilo rodó por el suelo tratando de evitarlas, se sorprendió, mas no se asusto, sabia que estas tres serpientes no eran mas que tres bejucos, desenvaino su machete y las hizo pedazos.

Una vez que se deshizo de las tres supuestas serpientes, Camilo destapo la olla, y grande fue su sorpresa al descubrir el contenido de la misma, eran monedas, si, muchas monedas, y parecía que todas eran de plata, no lo podía creer, con esas monedas podía resolver su problema económico por el cual estaba preocupado, era tanta su emoción que empezó a sudar como si estuviera en un baño sauna, temía que el señor regresara y lo descubriera desenterrando la olla, se la puso en los hombros y en vez de ir a su milpa se regreso a su casa para compartir la buena noticia con su esposa.

Días después Camilo empezó a cambiar las monedas, para hacerlo iba a la ciudad, pero únicamente cambiaba lo necesario para salir de cualquier problema, o comprar lo básico para alimentar a su familia, trataba de que nadie notara que tenía dinero, sabía que si eso sucedía la gente del pueblo sospecharía de él o lo acusarían de ser ratero, siguió su vida normal, aunque ya no se preocupaba mucho por el futuro, sabia que con las monedas que contenía la olla, podía vivir tranquilo……………………….………….

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